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El bastón y la vara


Todos los días, Kelly y yo salimos a caminar temprano para aprovechar el fresco de la mañana. Subimos y bajamos la montaña frente al lago Pend Oreille. Contemplo los acantilados de las Monarcas, sus precipicios de dos mil pies.

Hoy recogí la rama seca de un árbol caído a la vera del camino. Le pregunto a Kelly qué sentido tiene para ella recoger un bastón en el bosque. Me dice que su abuelo usaba un bastón para caminar. Era de nuez dura, con un nudo en la empuñadura.

El bastón del abuelo de Kelly me recuerda a mi abuelo materno y mis visitas a la casa de sus padres en Adjuntas. Cerca de la puerta principal, junto al seibó de mi bisabuela, había un paragüero con bastones de guayacán.

Mi bisabuelo usaba los bastones para caminar por el pueblo y por la propiedad. Preservaban su forma natural, eran rústicos y sin pintura, pero estaban pulidos, trabajados, y gastados. Cada cual más recto y duro que el otro.

Pienso en los bastones de Thoreau. El trascendentalista americano se ganaba la vida como topógrafo, y usaba un bastón de arce rojo para medir la profundidad de la nieve, del agua, y las distancias que recorría y grababa en su famoso diario.

En una conferencia para arbolistas, el filósofo hace referencia a un bastón metafórico. Dice que hay dos tipos de hombres: los que prefieren el bastón bizarro, petrificado como una serpiente, y los que prefieren el bastón recto. Thoreau advierte que los hombres de bastón recto son menos llamativos, pero son mejores gobernantes.

Los bastones de Thoreau me llevan al truculento cuento de René Marqués donde describe el bastón del abuelo, hecho de naranja dulce del pueblo de Lares. El bastón es una metáfora para la violencia del patriarcado puertorriqueño.

El cuento empieza con el abuelo que disciplina a su nieto con el bastón, lo avergüenza de por vida, y termina con el nieto, dándole a su madre con el mismo aparato, en un ataque de ira reprimida por años.

Los bastones de Marqués y de Thoreau son versiones de la vara moral inmortalizada por el famoso versículo de los Proverbios bíblicos, “La vara y la corrección dan sabiduría” (13:24).

Mi abuelo, lector de la Moral Social de Hostos, obedecía la misma ley. Mami decía que tenía una mano firme, pero cubierta por un guante de cabritilla.

Recuerdo una tarde de verano en Ponce, corriendo alrededor de la mesa del desayuno, perseguido por él. Algo terrible debí haber hecho porque nunca lo había visto tan furioso, con la vara en la mano.

Hoy, en el bosque de Idaho, estudio la vara que recogí del suelo. Mide como seis pies de largo. Es gris, reseca y quebradiza. La corteza está levantada en escamas como la piel de una serpiente prehistórica. Kelly me dice que es muy diferente de las varas de nuestros abuelos, y tiene razón.

Dejo atrás las varas del pasado y vuelvo a casa con el nuevo bastón.


4 responses to “El bastón y la vara”

  1. Con vara, o sin vara. Que opción se perfila en el mundo desordenado en el que nos toca enseñar a la próxima generación. Que salió de aquellos abuelos y cuál será el resultado final de la actitud de laissez faire del momento. Me pregunto, y te pregunto, Beni.

    • Gracias por leerme, Marianne, y por comentar mi ensayito. Son buenas preguntas y no sé la respuesta. Pero quedo triste y escéptico ante la disciplina corporal que nos enseñaron.