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El eterno optimista


Eisenhower boyhood home

En el viaje de regreso de Idaho a casa en Tennessee, Kelly y yo hicimos parada en Abilene para visitar el museo del Presidente, Dwight D. Eisenhower.

Después de dos horas de visita, recomenzamos el viaje en carromato por las infinitas llanuras de Kansas, cubiertas de anuncios que decían, “En la cruz pensaba en ti, firmado por Jesucristo.”

Habíamos hecho parada porque quería examinar los archivos de la biblioteca presidencial para ver si encontraba algún documento que explicara el famoso “pon de Eisenhower.”

Para gran sorpresa de mi abuelo materno, Luis A. Ferré (a quien yo llamaba Pito), Eisenhower lo invitó a que lo acompañara en el viaje de regreso de una gira por América del Sur en la primavera de 1960. Pito era entonces candidato a la gobernación por el partido Republicano de Puerto Rico.

Kelly me preguntó si había encontrado algo y le contesté que en los archivos había una carta que Pito había publicado en el New York Times.

En la carta, Pito celebraba lo que consideraba la mezcla de individualismo y principios cristianos que, según él, caracterizaba la nación Americana.

Era una carta optimista, escrita pocos meses después del ataque nacionalista al Congreso, y frente al auge internacional del Comunismo.

En ella, Pito recomendaba que toda ayuda económica a otros países dependiera de cambios como aumentos salariales, alzas en los impuestos, negociaciones colectivas entre obreros y patronos, y la creación de otras medidas que garantizaran la justicia social y aumentaran las oportunidades individuales.

En sus Memorias, el Presidente confiesa que al final del viaje por América del Sur estaba frustrado y convencido de que la política de los EEUU en la región tenía que cambiar. Ninguno de los presidentes que había visitado se había expresado públicamente en contra de la Revolución Cubana.

Para colmo, el flamante Columbine III, un Lockheed Super Constellation, había perdido uno de sus motores sobre el Amazonas, y el Presidente había tenido que volver en un avión de repuesto.

“El polvo, los días, el calor, me han convencido que ya no soy aquel joven que conociste en Algeciras,” le escribió Eisenhower al Primer Ministro de Inglaterra.

Fue en ese contexto, que Pito conversó con el Presidente a bordo de Queenie, un Boeing 707 Stratoliner.

Después de aquel viaje, el Presidente aterrizó “convencido de la necesidad urgente de viviendas de bajo costo, progreso en la salud pública, mejoras en la educación, y reforma agraria para toda América Latina.”

El pon le costó al Presidente una censura del gobernador de Puerto Rico y de ambas cámaras legislativas. Pero tal vez el optimismo contagioso de Pito le subió los ánimos a Eisenhower, y lo ayudó a sentar las bases para lo que después sería la Alianza para el Progreso.

Kelly me pregunta si creo que algún día Puerto Rico será un estado, y recuerdo lo que mi abuelo, el eterno optimista, siempre me decía cada vez que yo le hacía la pregunta: “sí … dentro de veinte años.”


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