Le dedico mi silencio (2023) es la novela más reciente de Mario Vargas Llosa. Salió publicada en Alfaguara hace pocos meses. El autor tiene 88 años, y dice que ésta es su última novela.
Vargas Llosa fue, junto a Gabriel García Márquez, uno de los escritores del famoso “Boom” de la novela latinoamericana. Tal vez sea el último que queda vivo de aquel grupo. La novela marca el final de un período de cincuenta y siete años que comenzó con Cien años de soledad (1967).
Toño Azpilcueta es el protagonista. Es un periodista, y un académico, que lucha contra demonios que lo enemistan con la realidad que vive. La contradice con una tesis sobre la música criolla peruana. Según Azpilcueta, el vals criollo es la panacea contra las divisiones que sufre el Perú en los años noventa.
El personaje es un ejemplo de lo que Vargas Llosa llamó el “deicida:” el escritor rebelde, obsesionado por demonios personales, que aspira a rehacer la realidad, por medio de su inteligencia, terquedad, conocimiento y voluntad.
El silencio del título es una forma del encuentro entre ese escritor y sus demonios. Es un encuentro que Vargas Llosa compara al momento de la lidia entre el torero y el toro, cuando el público calla de repente, por segundos, y a veces por minutos enteros. En ese momento de absoluto silencio, una música parece llevarse todas las angustias, y solo queda una sensación de bienestar absoluto y de máxima concentración.
Vargas Llosa desarrolló esa teoría a finales de los años sesenta. Pinta al escritor como un ser angustiado que sublima sus demonios, que produce una experiencia de silencio absoluto, que es, a su vez, el comienzo de una nueva realidad.
Seguramente presentó su teoría en los cursos que dictó sobre la novela en 1969, en la facultad de humanidades de la Universidad de Puerto Rico, cuando fue profesor visitante allí.
Mami, su prima Olga Nolla, y muchos otros novelistas de la llamada generación del setenta, fueron estudiantes en aquellos cursos. Seguramente fueron influidos por las ideas románticas de Vargas Llosa. Como sus héroes, muchos escritores de esa generación confrontaron sus angustias, canalizaron sus ansiedades, y crearon un espacio utópico, libre del mundanal ruido. Abrieron las puertas de la imaginación a una nueva realidad.
En aquella época, Mami me llevaba a la Universidad de Puerto Rico, a oír los conciertos del Festival Casals. Recuerdo que me aburrían mucho, pero Mami me dejaba beber una Coca Cola durante el intermedio, y eso me despertaba. En aquellas noches, el silencio del público era absoluto.
Teníamos nuestros asientos en la primera fila del balcón del segundo piso, frente por frente al escenario. Mami cerraba los ojos. Se aguantaba la cabeza, que era fuente de constantes migrañas. Se concentraba como un torero frente a una bestia endemoniada. Poco a poco, el silencio y la música la iban relajando. De pronto, abría los ojos.
Me pregunto si entonces veía una nueva realidad.
6 responses to “El silencio y la música”
La nostalgia del escrito me conmueve. “I was there . I remember “
The past is never dead. It’s not even past. Decía ese otro gran novelista, Faulkner. 🙂
Me too. And I remember you and so many of our friends long time passing. Days marked by innocence and great expectations.
Nice!!
EXCELENTE COMENTARIO! Quizas lo negativo del “review” que le dieron en un periodico americano cetfica que no tienen una idea muy clara demlos escritos, npvelas, etceter de autores latinos…
Gracias por leerme, Tere, y por tu apoyo. Tienes mucha razón.