
Hace unos días recibí por correo electrónico un enlace a un lugar en E-bay donde se anuncia la venta de una foto de la escritora Rosario Ferré. “Algo que podría interesarte,” dice mi amigo en su mensaje.
Es una foto de Mami a los dieciocho años en la quinta avenida de Nueva York. El reverso de la foto revela que la tomó una agencia publicitaria en 1956. Mami había sido elegida reina de la prensa puertorriqueña, y posaba la víspera del baile que se celebraría en el hotel Waldorf Astoria.
Mami está en cuclillas frente a cinco palomas. Lleva un vestido oscuro, escotado y ajustado, y zapatos de tacón del mismo color. Una onda de pelo tan oscuro como su vestido y un estrecho collar enmarcan su cara redonda. Extiende una mano a las palomas, mientras posa la otra sobre sus muslos, cubiertos por la falda del vestido.
Es una pose difícil, incómoda, que Mami vuelve un gesto fácil gracias a su fuerza física. Mira a las palomas y les sonríe con los labios pintados.
No era la primera vez que Mami posaba para la cámara como reina de belleza.
Cinco años antes, había sido reina infantil del Carnaval del Club Deportivo de Ponce. Se conservan fotos del gran baile.
Mami aparece en un vestido organdí blanco decorado con temas musicales, una corona de brillantes falsos en forma de pentagrama y notas. Camina derechita, como un artista de la cuerda floja, con una mano en la de su escolta, y la otra en un báculo enorme con forma de arpa musical.
Dieciséis años después, Mami todavía mantenía un difícil equilibrio. Era madre de tres hijos, esposa, y estudiante en la universidad de Puerto Rico. Con su prima, Olga Nolla, publicó el primer número de la revista literaria Zona. Carga y Descarga.
Marisol Malaret aparece en la portada. Sonríe bajo el brillo de la corona de Miss Universo, 1970. Una anciana sin dientes, en bata de casa, la mira desde el margen.
Mami publicó su cuento más famoso allí. Es un cuento de horror, donde una muñeca cobra vida. Por las cuencas de sus ojos salen chágaras furibundas que atacan una sociedad que ha reducido a la mujer a una reina de belleza.
Mami nunca me habló de sus reinados. Pero cuando murió mi abuelo encontramos una muñeca de cartón tamaño natural en el walking closet del cuarto de mi abuela en Ponce. Era la imagen de Mami en su quinceañero con una tiara en la cabeza.
Cuando Mami la vio, se le encendieron los ojos y me dijo furiosa, “hay que quemarla.”
Me recordó el final del poema “A Julia de Burgos:” “y cuando con la tea de las siete virtudes…corran las multitudes contra ti… yo iré en medio de ellas con la tea en la mano.”
La foto de Mami en E-bay solo cuesta $49.95, pero su costo es mucho más alto en realidad. Decido que, mejor, no la compro.
5 responses to “La reina de belleza”
I love this essay, especially ending. And the photo is precious if as you point out also precarious.
❤
Buenísimo, Benigno. Qué final potente, y tan apto para quienes leemos y releemos a Rosario.
Gracias Sergio
As others have noted, the ending is very powerful. As is Mami’s furious response, “We must burn it.” Ordinarily, an unexpected response, but not when coming from an extraordinary woman, as you have described her to me, Beni.